13 nov 2014

El sentido de la vida

El otro día, a raíz de los posts relacionados con el último libro de Sonja Lyubomirsky (Ver) estuve hablando con un amigo sobre el sentido de la vida, nada menos! Me pareció interesante reflejar aquí algunas de las cosas de las que hablamos por si alguno se anima a entrar en la discusión (si es así me comprometo a abrir una sala de discusión específica).

Es verdad que ha habido aquí oportunidad, quizás de una forma tangencial, de hablar del tema, como por ejemplo en el caso de Viktor Frankl. Pero lo interesante de estas discusiones, sin red (me refiero a no estar "negro sobre blanco", meditadas o soportadas con la consulta de algún libro que nos venga a la cabeza) y con un tema tan abstracto, y sobre todo en un ambiente relajado y con una cerveza!, es la espontaneidad y la frescura. Aunque estas discusiones siempre vengan acompañadas de dudas, excesos verbales o inexactitudes, siempre hay algo que destacar.

Y es que, a lo largo de la vida, y creo que mi amigo y yo estábamos en uno de esos momentos, se transita por etapas, que varían en el tiempo según las circunstancias de cada uno, en las que tenemos la curiosidad de mirar para atrás y tratar de buscar coherencia en nuestro pasado. Seguramente lo conseguimos (recordar lo que decíamos de Sonja Lyubomirsky sobre su teoría de lograr una coherencia autobiográfica). Pero también empezamos a mirar hacia delante y pensar en lo que nos queda por vivir y lo que nos queda por hacer. Estos momentos, podríamos hablar de puntos de inflexión en la trayectoria vital, se desencadenan por motivos muy diferentes y personales, puede ser una enfermedad, la pérdida de un ser querido o simplemente porque se llegue a una edad representada por una cifra redonda, con ciertas connotaciones personales o sociales (por ejemplo los 40, 50 o 60).

Evidentemente, no llegamos a ninguna conclusión. Como toda buena discusión entre amigos conseguimos despejar algunas dudas, pocas, y otras las ampliamos. De lo único que nos dimos perfecta cuenta es de que la vida en sí no tiene ningún sentido y es por eso que debemos vivirla en plenitud, con intensidad, porque no hay más que una oportunidad y si la perdemos, si perdemos el tiempo en banalidades, en cosas que en realidad no son tan importantes, cuando queramos rectificar no habrá una segunda oportunidad. En esto conviene recordar lo que nos contaba Séneca en su ensayo sobre la brevedad de la vida que incluimos aquí hace poco (Ver).

Podría terminar aquí pero hubo otras cosas interesantes de las que me gustaría dejar constancia, para mi propio recuerdo y para que a alguno le pueda servir de reflexión.

Mi amigo tampoco cree en el más allá, ni en posibles reencarnaciones, ni por supuesto en cielos o infiernos que nos premien o castiguen por nuestras acciones. Esto nos permitió no adentrarnos por otros derroteros en los que no habríamos llegado a las mismas conclusiones. ¿Quiere esto decir que, como dijo Dostoievski, si no existe Dios todo está permitido? No, en absoluto, ya lo dijeron otros antes y no se acabó el mundo (Nietzsche, por ejemplo, sentenció: "Dios ha muerto"). No está todo permitido, simplemente tenemos otros semejantes con los que convivir y unos sueños, comunes e individuales, que cumplir y eso tiene mucho sentido, el suficiente para justificar una vida.

Mi amigo y yo coincidimos en que, como dijo Protágoras, el hombre es la medida de todas las cosas. ¿Qué quiere decir esto? pues que la solidaridad, hermandad o fraternidad, como se quiera llamar, debería ser el sentido que justifica cualquier acto y la máxima expresión del ser humano, el apoyo mutuo, qué más puede haber!! Más allá están todas nuestras realidades, nuestros sueños, por los que hay que luchar decididamente.

Pero no nos desviemos, otra conclusión importante fue que evidentemente cada uno interpretamos, sentimos y pensamos el mundo a nuestra manera y, por tanto, encontrar un sentido a la vida que sea válido para otros es complicado, cada uno tiene el suyo, tan válido como el de los demás. Además, sería interesante analizar cómo llegamos a convertimos en lo que somos y, en consecuencia, lo que sentimos y pensamos, y si tenemos suficiente margen para formar nuestro interior de acuerdo con nuestros sueños. Lo dejamos ahí para una posterior tormenta de ideas.

Vamos que, para terminar, mi amigo y yo quedamos en seguir preguntándonos cosas como ¿Qué hacemos aquí?, ¿Cómo hemos llegado?, ¿Por qué morimos?, ¿Para qué sirve la vida?....con la seguridad de que difícilmente llegaríamos a conclusiones solventes pero con el ánimo de que mientras hablamos de ellas vivimos, disfrutamos y, por qué no, recorremos camino hacia lo que, concluimos los dos, a lo mejor forma parte de la felicidad, es decir, intentar encontrar un sentido a la vida.

De verdad que es divertido, porque hay tantas soluciones como seres humanos, ya lo dijo Montaigne: "Y jamás hubo en el mundo dos opiniones iguales". Otros prefieren mirar adelante y olvidarse de estas preguntas pero eso no va con nosotros.

Espero comentarios!!!

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