19 sept 2013

La búsqueda de la felicidad a la americana

Antes del verano hablé sobre la revista TIME y un número especial dedicado a la búsqueda de la felicidad (ver post). En una primera aproximación me gustaría hablar de los términos generales de este número especial para más adelante poder profundizar en algunos detalles interesantes.

Lo primero que hay que señalar es que, como era de esperar, se trata de una visión muy americanizada de la búsqueda de la felicidad en la que incluso el título, The Pursuit of Happiness, hace referencia a la conocida fase de la Declaración de Independencia de los EE.UU del 4 de julio de 1776: We hold these truths to be self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with certain unalienable Rights, that among these are Life, Liberty and the pursuit of Happiness. Esto lo veremos en otro post.

El inicio de los artículos es muy concluyente: "si eres americano y no te sientes alegre puede ser tu culpa". Parece que desde el primer momento de su independencia estaba claro que los EE.UU. era un buen sitio para vivir. Después de hablar de la fiebre del oro y alabar todo lo conseguido por los americanos durante estos años, entre otras cosas el Golden Gate, el Empire State o la llegada a la Luna, se analiza la verdadera causa de que los americanos estén predispuestos para ser felices.

Así, si bien todos los humanos parecen venir equipados con el impulso para buscar la felicidad, fueron los americanos los primeros que plasmaron esa idea en su Declaración de Independencia y hecho de ella un mandato central del carácter nacional. La felicidad americana no está basada en disfrutar del momento, como en el caso de los europeos, dice, sino en una felicidad cultivada.

Los términos del acuerdo que pergeñaron los fundadores de los EE.UU. no garantizaban la felicidad pero sí animaban a emprender cualquier camino para lograrla. Los impulsos ya estaban profundamente arraigados en los primeros colonos que llegaron al nuevo mundo. Fue un grupo auto-seleccionado, tenían el temperamento necesario para embarcarse e ir al otro lado del globo para empezar de nuevo, no era cualquier persona huyendo de una tiranía o víctima de la pobreza. Aquellos que lo hicieron iban buscando algo y la felicidad es la mejor manera de definirlo y lo normal era que ese espíritu se transmitiera a las siguientes generaciones. Esto es lo que piensan los autores de los artículos, claro.

Es también la razón por la que aunque se reconoce que para ser la nación más poderosa llegaron a robar y apropiarse de otras culturas, también devolvieron mucho, por ejemplo el Plan Marshall, o que sigue siendo el primer país en caridad per cápita. Sin embargo, incluso una raza de gente genética y culturalmente equipada para ser feliz llega a un punto en que, alcanzados ciertos objetivos, se puede llegar a la depresión.

Según las últimas cifras de una encuesta de la National Science Foundation, desde 1972 sólo uno de cada tres americanos se describe como “muy feliz”. Justo desde 2004 el porcentaje de americanos que se identifican como optimistas se ha desplomado desde el 79% al 50%, de acuerdo con una encuesta de TIME. Mientras que más del 20% sufrirá algún tipo de desorden en su humor en algún momento de la vida y más del 30% de un desorden de ansiedad.

Es por ello que actualmente se está expandiendo la denominada industria de la felicidad. Se incluyen en esta industria soluciones como: píldoras (antidepresivos que toman el 25% de mujeres y el 5% de hombres), comida (muchos comen para mejorar su humor y con ello contribuyen a la obesidad americana), productos y servicios de autoayuda (libros, audiolibros, seminarios, conferenciantes salvavidas), etc.

La búsqueda de la felicidad, una vez un ideal, se ha vuelto así en un gran negocio, no necesariamente efectivo, y ahora se dan cuenta en los EE. UU. que, según el 2012 World Happiness Report publicado por el Earth Institute of Columbia University, se sitúan en el puesto 23 de 50 en el índice de los países felices, que encabezan Islandia (1º), Nueva Zelanda (2º) y Dinamarca (3º).

La conclusión, válida no sólo para los americanos, es que parte de la solución puede estar no en un producto o un programa sino en un mejor entendimiento de la particular personalidad del ser humano. Hay respuestas que se encontrarán en los genes, en la psique colectiva, en el trabajo o en el cerebro. Si fue posible para los antepasados debe ser posible para nosotros, es una cuestión de reestructurar el disfrute, de afinar en la búsqueda de la felicidad.

Continuará.

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